
Somos amigos, entras a mi espacio y con curiosidad miras los cuadros, las fotos y los recuerdos que están a nuestro alrededor. Con recelo observas una que otra imagen, veo atento tu sonrisa, un brillo en los ojos me hablan de un sueño de volar y también de una inmensa alegría por mí.
Dejo que tu mirada aterrice en nuestra realidad y te ofrezco tu bebida favorita.
Te humedeces los labios y con más fuerza en el corazón decides lanzarme la pregunta.
— ¿Quieres hablarme de tu viaje?
Mi rostro hace una arruga de felicidad. Busco en mi colección de fotos (de las miles que tomé) aquellas que ilustren resumida y contundentemente mi viaje, preparo un par de sándwich tal y como a ti te gustan, coloco música ambiente y me siento junto a ti. Quiero sumergirte en una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida: mi viaje por Suramérica.
Esta no pretende ser una guía turística, hay muy buen contenido en internet hablando del tema. Tan sólo quiero contarte mi experiencia y algunas reflexiones que me surgieron de ella, ojalá te puedas contagiar de este aroma viajero y te sirva de inspiración para que algún día me puedas compartir tu experiencia.
El comienzo
-¬øTienes un rinc√≥n en tu apartamento? – pregunt√©
-¬°Por supuesto! – dijo con ojos de enso√±aci√≥n.
El big bang de esta aventura tiene fecha propia.
Eran inicios del 2017, Cristina con su respuesta afirmativa abría el campo para la imaginación, un cuento que comenzaba a forjarse en mi mente y que con ayuda de la tecnología adquiría forma: hoteles, trayectos, puntos de interés, monedas, costo vida, comidas, documentación, tiempos, presupuestos; tanto por pensar, todo por descubrir.
Sentado frente al computador consumía videos y artículos; como un buen investigador empezaba a trazar mi viaje desde la información hasta la imaginación. Cuadros vívidos que eran fuente de inspiración para lanzarme a la conquista de otros territorios, espacios geográficos que repercutían en el espacio mental. Cuántas cosas no tenía por enseñarme esta aventura, cuánto de mi no estaba a punto de salir a la luz, una remoción espiritual estaba a punto de suceder.
Un mes era el tiempo estimado para la aventura. Con presupuesto en mano me dedique a conseguir los recursos faltantes, terminar los proyectos pendientes y contactar con los amigos que los cursos me habían dejado: Pilar en Quito, Sharon en Lima, Patricia mi prima en Santiago y por supuesto Cristina en Buenos Aires.
El día de la partida se acercaba, yo terminaba mis compromisos profesionales y otros los realizaría desde la distancia. Todo estaba determinado para que la salida fuera un 26 de junio de 2017, un viaje de no retorno.

Tu y yo haremos un recorrido visual con los momentos especiales de mi viaje, en ocasiones las letras quedan cortas ante una imagen; pero ambas (letras e im√°genes) son lenguajes prosaicos de la propia experiencia.
Imagina por un momento que hay cuatro dimensiones (alto, largo, ancho y la cuarta dimensión) nuestro modo de concebir la realidad se limita  sólo a las tres primeras dimensiones, así que si hubiera una cuarta, nos serie imposible comprenderla.
La experiencia es esa cuarta dimensión, mi intención es acercarte a esta dimensión de mi viaje.
Así que ponte cómodo y déjate llevar por mi relato mientras te comes tu sándwich con tu bebida preferida.
Salida a Pasto
Esa noche en el terminal terrestre de Bogotá hacia un frio especial. Las personas iban y venían en medio del barullo que puede ofrecer un sitio como este. Yo me encontraba con mi socia de vida, aquella persona que me alcahuetea mis sueños y me hace zancadilla cuando estoy pisando terrenos peligrosos. Con el anuncio de la salida del bus su rostro cayo en la resignación, era mi sueño, mi cita con el destino, ella lo sabía y lo aceptaba.
Mi vida estaba a punto de cambiar.
El primer tramo y uno de los m√°s agotadores: Bogot√° – Pasto, 17 horas viendo la geograf√≠a colombiana: cordilleras, valles, precipicios. Desde los 3500 metros de altura en el alto de la l√≠nea hasta los 500 mts en el Bordo, todos los climas, todos los cultivos que se pueden explorar en la geograf√≠a colombiana.
La biodiversidad hecha carretera. Una odisea de paciencia y cansancio; la meta: la capital nariñense.
Pasto era el lugar de encuentro con mi familia, allí terminaría de afinar los detalles del viaje. Las últimas compras y un corto descanso antes del maratónico viaje.
La primera semana del viaje, Pasto – Iles (un pueblo a una hora de la frontera con Ecuador) El contacto con los animales, despertarse con el canto de los gallos, el ladrido de los perros y comiendo los frutos de la tierra. ¬†Caminar¬† entre las monta√±as y ver en la lejan√≠a un quiz√°s, un ¬øC√≥mo ser√°? Un ¬øQu√© habr√° m√°s all√°? Preguntas filos√≥ficas que se resuelven al actuar.
No hay mejor viaje que aquel que responde preguntas y este iba a responderme muchos de mis cuestionamientos, porque una travesía comienza en el espíritu y aterriza en el instinto o ¿acaso de eso no se trata todo esto? ¿De fortalecer el espíritu y conocer el mundo como excusa para conocerme a mí mismo?
La primera semilla ya estaba plantada, sabía que no había marcha atrás y con la imagen en las montañas colombianas me despedía de mi país, de mi familia para salir de mi cueva y explorar lo inexplorado.

Ecuador
Despidiendo los campos colombianos y abrazando los ecuatorianos llegó al primer paso fronterizo: el Puente Internacional Rumichaca.
Las fronteras son antinaturales, interrumpen el flujo energético natural. Crean barreras diseccionando el planeta. En aquellas fronteras donde se asientan cercas eléctricas o muros feudales, la energía es similar a la de un órgano dañado, no fluye naturalmente, como una represa que contiene el agua para su propio beneficio.
Entre más libre la frontera la energía circula mejor.

Este recorrido ya lo había hecho en varias ocasiones, así que me salte algunos de los sitios turísticos más importantes de la región: el lago de tota, la Basílica de las Lajas, el volcán Galeras, el cementerio de Tulcán; mi primera meta por lo tanto era llegar a la capital ecuatoriana: Quito.
De Pasto a Ipiales son 2 horas y de Ipiales a Quito 6  (sin contar los tiempos de emigración), ya Ecuador dejaba ver su riqueza mientras el bus tomaba dirección sur: volcanes y lagos juegan a ocupar el territorio, los primeros en lo vertical, los segundos en la horizontal, como un tango donde lo masculino y femenino se entrelazan, el paisaje ecuatoriano juega  como si este fuera plastilina: lagos que se convierten en volcanes, volcanes que se bifurcan con nieves perpetuas, ciudades coloniales perdidas en esta danza natural.
La energía Yang del agua baila junto a la energía Yin de la montaña, no hay que ser sensitivo para experimentar la riqueza energética del norte de Ecuador y en medio del mar de volcanes se encuentra Quito, una ciudad que me recuerda a mi lejana Bogotá.
Quito

El frio andino, la altura y la imagen de su cordillera me hicieron sentir en casa. Esto se hace m√°s evidente cuando me relacionaba con Pilar y su familia. Que gratos recuerdos tengo de ellos, su hospitalidad y don de gentes me hicieron sentir parte de su familia.
Nada hubiera sido así de fácil sin todas esas personas que me ayudaron en mi sueño, en mi osadía. Para todos ellos, va dedicado este escrito, esperando que algún día puedan leerlo y recordarme con el mismo cariño como yo a ellos.
De mis sitios preferidos en Quito est√° el parque la Carolina, un espacio multifuncional que amortigua la selva de cemento en medio de una de las zonas comerciales m√°s prestigiosas de la ciudad.

Un capítulo especial se merece la Basílica del Voto Nacional, su valor arquitectónico neogótico y su emplazamiento en una de las colinas cercanas al centro histórico es un sitio ideal para contemplar la belleza arquitectónica de esta ciudad y contemplar la vista única que se observa desde sus torres.

Hay personas que les gusta el turismo de aventura. Disfrutan los lugares inhóspitos lejos de la civilización, hay otras personas como yo que nos maravillamos por la ciudad. Ver entre sus calles momentos como este y admirar su estética, su aporte a la ciudad es similar a ver una montaña hecha escultura.
Las montañas son edificios, formas que transmutan la misma energía que las montañas.

El centro histórico de Quito guarda grandes tesoros, algunos en formas de fachadas con minuciosos detalles que imprimen una huella histórica en la pared.

Tesoros de orden político, porque los dirigentes transmiten la sabiduría o la ignorancia de su pueblo.

Tesoros religiosos, el gran patrocinador de la conquista española.

Junto al centro histórico se encuentra el cerro Itchimbia, un sitio único para el descanso y contemplar desde otro punto de vista la ciudad.
Hay sitios como personas que nacieron para no ser vistos. No porque sean feos o haya en esta afirmación un ápice de desprecio. Nacieron como un telescopio para contemplar su entorno, tal es el caso  del Centro cultural Itchimbia. Vidrio y acero, un matrimonio ganador para despojar a la arquitectura de su vestidura, para convertirse en observatorio de la ciudad.

Otavalo
A Ecuador lo definen dos cosas: los volcanes y los indígenas. De los primeros ya hablaremos luego, por ahora nos concentraremos en los segundos.
Otavalo es una población ubicada a 90 kms al norte de Quito, su principal atractivo es la plaza de los ponchos donde indígenas y turistas se encuentran para comprar y curiosear el trabajo artesanal de los indigenas.
Mi principal interés aquí era conocer de cerca el cerro Imbabura y el lago de San Pablo. Es curioso como algo tan simple te puede maravillar, un volcán junto a un lago, fuego y agua: dos elementos que se equilibran.

Cotopaxi y sus alrededores
Era hora de conocer a su majestad: el señor Cotopaxi. El volcán insignia de Ecuador, su altura y su cercanía a Quito le da ese aire de modelo y protector.

Cualquier visita a Ecuador sin ir a sus terruños es como comer un manjar sin tener el olfato para degustarlo.
Así que un buen día de esta semana que estuve en Quito, tome mi maleta de mano con algunas prendas (para dos días de viaje) y me enliste hacia la terminal de Quitumbe, lugar donde tomaría transporte hacia Cotopaxi y Latacunga.
Me bajé del bus en la entrada al parque y mi intento de negociar el precio salió infructuoso, espere a que algún viajero decidiera acompañarme pero nadie apareció, la nube impedía ver la montaña y el sol oculto en algún punto del cenit me apuraban por cambiar los planes, así que decidí seguir camino hacia Latacunga buscando ir a la laguna del Quilotoa esperando encontrar mejor suerte al siguiente día.
Quilotoa
Intercambio de buses, no hay tiempo de almorzar. La suerte esta echada, espero llegar a buena hora y poder disfrutar del Quilotoa.
La belleza de esta laguna comienza en el viaje. Montañas escarpadas como queriendo desprenderse de la cordillera dibujan en el paisaje algo más que pintorescas formas, la energía que desprende este sitio parece imperceptible para la mayoría de los pasajeros, pero no para mi. Montañas tipo metal (según el feng shui) le dan ese aroma espiritual que se respira en todos los Andes.
Picos de montaña, cañones que van surgiendo y desapareciendo como si fuera un juego de feria anteceden a lo que no es perceptible, me bajo del bus sin ver algo que me asombre, el camino me empuja a seguir, camino con rapidez hasta llegar a su encuentro; allí está, allí se asoma sin dar aviso, como una hendidura hecha en el espacio aparece de repente, se acuesta sobre su regazo esperando ser admirada, como una mascota de finca que luce noble y espera que la consientan. Así es el Quilotoa: una extraña maravilla de la naturaleza lejos de cualquier protagonismo.
Recuerdo el día que tomé esta foto. Las horas del reloj avanzaban con rapidez y yo temía por no poder ver la laguna y regresar a tiempo hasta Latacunga (había leído que el último transporte era hasta las 5 pm). Con mis últimas fuerzas corrí desde el sitio donde me dejo el bus hasta la cima del cráter, allí con los pulmones agitados por esta caminata sobre los 4000 msnm tomé esta foto.
El sol ausente y con él, el brillo sobre las aguas turquesas no fueron impedimento para captar la belleza del lugar.

Siente por un momento este paisaje. Experimenta  lo que se debe sentir estar  en la cima de un volcán.
La nube acechaba y con ella la noche, estaba a contrarreloj y temí por no encontrar un transporte que me regresara a Latacunga, por lo tanto decidí no bajar hasta la base de la laguna, tomé una merienda de afán y continúe camino de regreso.
Cuando las nubes penetraron el cráter bajando el telón del Quilotoa, como si estas estuvieran celosas y quisieran arroparla, tomé el bus de regreso a Latacunga.
Latacunga
La ciudad de edificios blancos y techos de barro. Serena, resguardada bajo las faldas del Cotopaxi me recibió con su personalidad mansa, su paz recubrió mi estadía y me recargó físicamente hasta una nueva historia.

Cotopaxi
Las experiencias son el alimento del alma. De aventuras y testimonios se crean las grandes historias ¿Con qué se queda el mundo de ti?
Con tus hazañas.
Tomé transporte  hasta la entrada al parque natural, allí las camionetas del día anterior me reconocieron, pregunté el precio pero nada había cambiado, esperé un rato pero no había perspectivas que la situación mejorara, la nube ocultaba la montaña y por lo visto también a los turistas. El precio de subida era 3 veces más de lo que tenia presupuestado, así que en una obstinación financiera decidí no apresurarme esperando encontrar acompañantes que economizaran la subida.
Unos minutos mas tardes surtió efecto, un par de europeos bajarían en bicicleta el volcán y yo podría subir al precio que había previsto.
La aventura estaba por comenzar.
Un ligero desayuno antes del ascenso, provisiones (chocolatinas, atún y energizante) en caso de desmayo; empezamos el ascenso desde la camioneta y de repente como si hubiera sido acto de magia la nube nos mostraba con recelo la montaña. En la lejanía del paisaje se dibujó la silueta blanca de la montaña, una forma esbelta como si hubiera sido tallada por Dios. El corazón me palpitaba con fuerza en la medida que la camioneta se acercaba a su majestad y cuando llegó a su punto final pude contemplar con admiración la cumbre de nieve  sobre mi.
Tomé mi maleta de mano y empezamos el ascenso, un camino de piedra negra que pesaba más que cualquier caminata que jamás había hecho, tan cerca y tan lejos, poco a poco nos fuimos acercando al campamento base y desde allí dije: !gracias!
Con una elevaci√≥n de 5897 msnm es el segundo volc√°n m√°s alto del pa√≠s. Los d√≠as siguieron su transcurso, compartir con Pilar sus eventos familiares, tardes de fotos, hablar de la vida…
Y de esta forma me despedía de mi familia en Ecuador, sabiendo que contaba con nuevos amigos en este país, que tenía los brazos abiertos y esperando el momento para vernos nuevamente.
Guayaquil
Mi viaje continuó hacia el pacifico ecuatoriano, buscando la puerta de entrada hacia el Perú hice una corta escala en Guayaquil. El puerto más importante de Ecuador y una de sus ciudades más pujantes.
Las noches se convierten en una oportunidad para emprender caminos, aquí cualquier momento vale, dormir viajando se convierte en una necesidad, por eso arribe a estas calurosas tierras cuando recién empezaba a asomar el sol en el horizonte. Con GPS en mano, y mi sentido común guiándome pude ubicar un hotel cerca del malecón y desde allí, luego de un corto descanso dándole tiempo a la ciudad que se despertara, inicié mi tour exprés.
Aproveche estas primeras horas del día para ascender al cerro Santa Ana, el barrio bohemio de la ciudad y desde allí contemplar el rio Guayas y algo de su urbanismo moderno.


Recorrer el malecón 2000, su principal atractivo turístico además de ser un recorrido fresco y ligero es también la oportunidad para ser partícipe de la rutina de descanso de los pobladores, era domingo en la tarde y en el ambiente se sentía esa paz que genera encontrarse con el agua, el viento y la diversión.

Luego de esta visita exprés, caminar todo el día sobre los 35 grados y hacer turismo es un matrimonio que se lleva mal, pero que hacen parte de las experiencias de viajar. Llegada la noche fui al hotel dispuesto a continuar mi viaje hacia Huaquillas, en la frontera con Perú.
Per√∫
El día de emigración siempre es un momento tensionante.
-Documentos por favor ¿Propósito del viaje? ¿tiempo de permanencia? ¿A qué sitios va a ir?
Preguntas básicas que pueden generar un inconveniente al ingresar a otro país. Además está el cambio de la moneda y este tema era un asunto que me preocupaba, se quiere tener una conversión favorable, está el peligro de los billetes falsos, los robos. Por eso, opte por cambiar lo menos posible en tiendas de cambio y sacar dinero en los cajeros, que desde mi experiencia era la forma más segura y la que mejor cambio me ofrecía.
Por ultimo y no menos importante, los puestos de emigración tienden a estar en lugares alejados, en este caso había que tomar un transporte desde Zarumilla (la primera población en el costado peruano) hasta la caseta de frontera, recorridos en los que el turista se expone a un cobro fraudulento, como fue mi caso.
No es que el taxi que tomé para hacer esta vuelta me haya robado, solo que creo que me cobro más de la cuenta y además de eso me tocó tomar otro transporte para llegar a Tumbes, lugar donde tomaría una Van que me llevaría a mi destino final ese día: Máncora. Además, estos sitios y en especial este, más que ningún otro paso fronterizo son un caos. El comercio, los turistas, un barullo de ruido,  un caos total y tú en la mitad de ese torbellino urbano pretendes pasar desapercibido mientras descapotas vendedores y transportadores ofreciendo su servicio.
Por eso, los días de frontera son buen día para encomendarse a los ángeles viajeros y que todo fluya de la mejor manera. Pero al final del día, el paisaje, la tranquilidad me dieron una recompensa.
Atrás quedan las verdes montañas de Colombia, los nevados y lagos de Ecuador; nos adentramos en el mundo Inca, en los desiertos peruanos con su milenaria riqueza cultural. Cuna de las civilizaciones más grandes de Suramérica, hogar de la mejor cocina de la región (a mi gusto) y  del acento más neutral (a mi parecer).
Este viaje tiene su primer contacto con el mar, con la arena y por supuesto: con el no hacer nada.
M√°ncora
Mis botas de treckking se hundieron con el caminar sobre la arena, luego, la misma rutina al llegar a un nuevo destino:
—¿habitación para una persona? ¿Eso es lo mínimo? Gracias.
Caminar y caminar hasta encontrar la mejor opción entre precio y beneficio.
El sitio lo encontré: un hotel de madera al frente de la playa, una habitación con baño privado. Desde el  balcón  podía observar el océano Pacifico; tranquilidad, paz; era el único huésped del hotel, lunes y Máncora reiniciaba su proceso de descanso luego de un fin de semana congestionado, yo tuve el mejor momento y las condiciones ideales para hacerme la pregunta filosófica del viajante:
¿Y qué pasa si me dedico a no hacer nada?
Esta fue mi premisa aquí. A simplemente sentir la brisa del mar, escuchar las olas y caminar sobre la arena, sin ninguna pretensión, porque ¿Qué seria del filósofo sin el tiempo para pensar?
El tiempo de la productividad es el tiempo del sobrevivir, el del ocio es el darle sentido a la existencia y la mía adquiere forma con estos lugares, donde un buen ceviche y una buena vista lo es todo.

Dejé que la existencia se congelara, que el afán de conocer y exprimir el tiempo no formara parte en este lugar.
Es el descanso del descanso, porque de descansar también se cansa el hombre.
Caminé como un buen turista lo haría, bordeando la playa hasta poner fin a la civilización, regrese tras mis pasos, veía los caballos doblegarse a los turistas, surfistas ofreciendo sus servicios, música en las discotecas incitando a sentarse por un trago. Nada de eso me sedujo, mis gustos van en contravía de lo que me ofrecían, así que caminé y conocí la pequeña caleta de pescadores, caminé hasta encontrar lo que buscaba.
Perú es único: comer rico y económico. Viajar es explotar los sentidos hasta encontrar nuevos sabores, nuevas texturas, colores y paisajes; es adentrarse en la literatura de la existencia, aquella que se experimenta actuando, haciendo. Y es que Viajar es en esencia eso: actuar.
Podr√°s leer mil libros, pero no hay nada como vivir una nueva experiencia.
Tres días en este oficio, degustando todos lo que la cocina peruana tiene por ofrecer y siendo espectador del mar, en la mañana del ultimo día tomé mis maletas, aproveché la vista que me ofrecía el hotel para tomar la última foto de Máncora, añorando un pronto regreso.
Tomo el bus de dos pisos que me conducir√° desde M√°ncora a Lima en un viaje de 19 horas por el desierto peruano.
Lima
Hay algo en Lima que seduce mis sentidos, quizás sea el hecho de estar frente al mar y no estar azotado de calor, como sucede en el trópico, o el barranco que separa al mar de la ciudad y lo hace gozar de una vista única al océano Pacifico.
Quizás sea su eterna nube gris que cobija sus cielos y la envuelve con ese aire de nostalgia, de ensimismamiento, nube que la ha dotado de un abundante producto de mar, en Perú sucede el encuentro de las corrientes marinas que ascienden desde el ártico y golpean las costas desérticas del Perú, efecto que produce esta condición climática.

En Lima, su parte occidental se roba las miradas de los extranjeros, barrios como Barranco, Miraflores, el Callao, o el centro histórico guardan ese aire místico entre la bohemia, la buena comida y el telón de fondo la arquitectura.
Caminé por Barranco hasta el parque de los Suspiros, sin nadie con quien compartir ni seducir me quedé observando a los demás, como edificio que observa a los transeúntes.

Los días pasaron compartiendo con Sharon y su familia. Alterné mis días en visitas a la ciudad en solitario y otras con mi amiga. Esta es mi segunda visita a la ciudad pero el centro histórico es un paso obligatorio nuevamente.
La plaza San Martin unos de mis sitios top de la ciudad, su arquitectura de estilo europeo, edificios blancos que parecieran bajar del cielo y aterrizar en los jardines de geometría ordenada. Hay ausencia de azul, de sol, un gris que dibuja el perfil urbano y que me sigue inquietando por su lúgubre emocionalidad.

La plaza de armas de Lima es uno de mis sitios top no solo de Lima sino de arquitectura urbana en Suramérica. Lo homogéneo de sus edificios de estilo neocolonial contrasta con la catedral y con el palacio de gobierno, por supuesto la oferta gastronómica no para y yo seducido por su magia acudí a uno de los tantos restaurantes para disfrutar un pollo a la cerveza.


Siempre hay tiempo para una foto cuando la arquitectura es el lienzo donde se dibuja arte, Callao tiene esta insignia, es el momento de recuperar  la ciudad, aquellos espacios olvidados que la sociedad ha discriminado, el arte es una buena oportunidad para volver con ellos.

Un apartado especial a mis socios de viaje, Sharon. Viajando me di cuenta que el capital relacional (amistades) tiene igual o más valor que el económico, poder contar con una cama, una alimentación  y poder entrar en sus costumbres, en su forma de percibir la vida es un tesoro que ninguna fotografía es capaz de captar. A ustedes, mil gracias.
Cuzco
Me despido de las ciudad de los reyes temeroso por el paso que viene, sitios que rozan el cielo, caminatas y climas extremos, adiós comodidades, adiós ducha de agua caliente. Bienvenida la aventura.
Desde las alturas lo oculto se aclara, la nube que cubría el techo se ha ido, un mundo nuevo aparece en el horizonte, es el mundo de cumbres blancas en medio de una cordillera desértica. Atravesar los Andes hasta encontrar el tesoro que esconde Perú en medio de sus cordilleras.
Desiertos junto a nevados, las alturas peruanas hacen que la vida sea difícil, entonces los volcanes reemplazan a los humanos, la vida se encarama sobre las nubes para tocar el cielo, y yo, soy testigo de ello.
Cuzco me recibió, su viento gélido y ausente de oxigeno intentó tumbarme, yo no lo dejé, debí contagiarme por la fuerza Inca.
Esa misma fuerza y su sabiduría que ayudaron a forjar las reliquias que hoy, cientos de años después se mantienen de pie. Ciudades que hoy en día nos causan admiración, construcciones que parecen retar a la naturaleza. Por eso, aunque el cansancio apremia debo mantener mis fuerzas para conquistar el mundo, mi propio mundo.

Valles de barro, asentamientos que se anteponen a una ciudad histórica y que la colonia en su mezquindad de poseer y conquistar por encima de cualquier cosa borran la sabiduría ancestral. Hoy solo se ve lo evidente: la supervivencia del mundo moderno. ¿Qué sabiduría habrán debajo en sus cimientos? muy seguramente nunca lo sepamos, ese es el premio que tenemos como civilización que prefiere anteponer sus necesidades actuales  al legado ancestral lleno de sabiduría.

Amigos no faltan, esa es la riqueza que mi destino me ha dado y por supuesto, hay que saberla explotar al m√°ximo, Erika y un encuentro pendiente por saldar.
Machu Picchu
El viaje no da espera y los cambios hay que sortearlos con intuición. Tal fue mi caso en Machu Picchu, si ya estaba cansado de caminar sobre los 3900 msnm aquí no había posibilidad de respirar. Una manifestación de profesores se venía a la vuelta de la esquina, la decisión era esperar 3 días más en Cuzco o salir esa misma noche a Machu Picchu.
Aquí todo es cuestión de dinero, cualquier decisión beneficia en mayor o menor medida mi bolsillo, así que me encaminé en esta nueva partida rumbo a la mítica Machu Picchu.
Una noche de viaje, una carretera de pesadilla, el frio colándose hasta el tuétano; levantarse a las 6 am coger tus maletas y emprender 13 kilómetros de caminata, era el precio por querer tomar esta aventura.

Llegamos a las diez de la mañana a lo que se conoce como Aguascalientes (Machu Picchu pueblo), los pies clamaban piedad, un buen baño me era exigido. Nada de eso era lo que me esperaba. Una habitación con 10 camas era lo que mi ajustado bolsillo podía ofrecer para este tramo.
Me lave la cara, me cambie de ropa, un corto descanso para la espalda  y un poco de turismo por el pequeño pueblo antes de que la noche llegara y nos tocara ir a descansar.
A las tres de la mañana Aguascalientes se despierta. Luces intermitentes se encienden en los hoteles del pueblo y van saliendo con sus mochilas al hombro los intrépidos caminantes que deciden ascender hasta la entrada a Machu Picchu.
Yo por mi parte desistí de esta opción, previendo el descenso a pie de la montaña y la larga caminata nuevamente hasta el punto de ingreso a la hidroeléctrica decidí subir en un cómodo bus hasta el punto de ingreso al centro arqueológico.
Esculpida en lo alto de la montaña, rodeada de acantilados: la ciudad Inca, emblema del Perú y una de las maravillas modernas.
La vorágine del itinerario impide acercarse a este complejo arquitectónico como una experiencia mística. Machu Picchu no es sólo la foto bonita, aquella que ronda en cualquier revista de turismo.
Para acercarse a esta maravilla hay que entender su relación con el contexto geográfico, con el sol, la luna y las temporadas de siembra y cosecha. Es un lugar que se conecta con el universo y con la tierra de manera insospechada y desde este turismo devorador que nos impide sensibilizarnos con lo que visitamos es difícil conectar con lo que los Incas hicieron de este lugar.

Un trabajo a mano que esculpe la montaña como si la montaña fuera plastilina. En una sociedad que no conocía la rueda tal trabajo de ingeniería tiene a lo menos que sentirse admiración. Piedras trabajadas a la perfección donde el único pegante era la fuerza de fricción entre ellas, como si hubieran sido cortadas con un láser.
Ahora sólo quedan vestigios que los conocedores pueden descifrar, ¿Cómo hicieron tal obra de ingeniería? ¿Cuál fue el propósito de esta ciudad? Preguntas que quedarán en el espacio de la especulación. Tomar fotos e intentar conectar con este misticismo es lo único que nos queda por comprender de Machu Picchu.

Desciendo hasta el rio Vilcanota y desde allí la caminata de regreso, 13 kilómetros para llegar al punto de encuentro donde los miles de turistas esperan la hora de partida mientras hay un breve descanso, luego el mismo viaje curvoso e incomodo que una pequeña Van puede ofrecer a sus diez pasajeros.
Puno
Noches de viaje… viajes sin un buen descanso… Es la literatura que mi alma necesitaba.
Y aquí está, el amanecer más lindo que han visto mis ojos. El sol levantándose desde el infinito coloreando el lago Titicaca.

Caminar la ciudad cuando el sol aún no levanta a sus habitantes, buscar un hotel, descansar, tomar un baño. Tanto  por hacer en tan poco tiempo.
GPS en mano salgo a Puno con la brújula hacia el Titicaca. Este océano sobre los 4000 msnm es el lugar mítico de los incas, los tiahuanacos, el origen y el todo de los aymaras.
Me desplace hasta las islas de los Uros, unas islas artificiales de paja donde se asentaban los Uros, se dice que gracias a las batallas con el pueblo Tiahuanaco tuvieron que exilarse a las orillas del Titicaca.
Hoy conservan esta costumbre, más producto del turismo que realidad, explican cómo se fabrican las islas flotantes, cómo funcionan los servicios domésticos y cómo funciona el orden político de esta ciudadela artificial.

A lo lejos las montañas se pierden, el agua parece infinita, pero en mi GPS apenas veo que este sector del lago es una entrada de agua del gran lago. Con esta imagen de grandeza regresamos a Puno para terminar de conocer el poblado.
Un nuevo amanecer me recibe con día de emigración, documentación al día, el paso fronterizo se hace en Copacabana, al borde del mar dulce. Nuevas latitudes, nueva moneda el paisaje se va transformando y con el la culturas se van adaptando.
Bolivia
Bordeando el Titicaca mi travesía avanza hacia el sur, siempre hacia el sur, observando las montañas de cumbres nevosas saltando en medio del agua. El cielo despejado permitiendo al sol calcinar nuestra piel; disfrutando el paisaje desde la comodidad del transporte y avanzando hacia la parte austral del continente me despido de este océano andino, maravillado por lo conocido y agradecido por lo vivido.

Y como si estuviéramos andando en medio de una pasarela, los picos de nieve nos hacen calle de honor. Yo simplemente no dejo de maravillarme por estas nuevas postales para mi mente. Siento que la geografía tiene en cada rincón del planeta una imagen que llena el alma.
La paz
El bus nos obliga a hacer un descenso en Tiquina para atravesar un tramo del lago en ferry, un día de viaje para estar arribando a la capital boliviana entrada la noche.
Caminé, pregunté, pedí rebaja, seguí caminando, este ritual ya habitual en mi me exige físicamente. Estar sobre los 3900 msnm es desgastante y ante este pedido de piedad de mi cuerpo decidí escucharlo y entrar al primer hotel que vi.
Que mala decisión.
Luego de una mala noche, música e incomodidad que sólo era superada por el cansancio del viaje pude dormir. Al amanecer tome mis maletas, compre el tiquete de mi siguiente destino y guarde el equipaje mientras aprovechaba el día para hacer turismo en La Paz
Desde los 4100 msnm observé el valle de ladrillo que la civilización ha creado. Caminar a este nivel es un desafío para el cuerpo humano, el aire es ligero y la topografía donde la línea horizontal está ausente hace que cualquier recorrido más que caminar sea escalar.

Sin embargo, el viajante tiene el instinto en modo de supervivencia, con fuerza camino por sus principales avenidas esperando conectar con el lugar. Los teleféricos son una buena opción para ver desde el aire el panorama de la ciudad.

La noche cae en la Paz, el bus que me espera y que me llevara a Uyuni es también el hotel. Como pueda hay que descansar viajando, no hay otra opción si se quiere ser practico, una de las maravillas naturales del viaje me espera.
Uyuni
El bus hace su arribo en el altiplano boliviano. Me bajo del bus y siento el aire plutoniano recorrer mi humanidad. Saco el celular para mirar los datos: cinco de la mañana, -15 grados.
Esta es la temperatura m√°s extrema en la que he estado.
El bus nos lleva hacia una cafetería para esperar la salida del sol, hablo con Leticia sobre la vida mientras mi cuerpo vuelve a tomar calor.
La mañana despeja las inquietudes y yo salgo a buscar lo de siempre: hotel, baño y un tour por el salar.
En caravana como si se tratara de una estampida de 4×4, salen cientos de camionetas de Uyuni hacia el mar de sal.
El cielo que a esta altura del viaje brilla por su ausencia colorea con un azul intenso las fotografías que aquí se toman, es el escenario perfecto para que el blanco del salar nos ciegue, es sentir que estamos en medio de dos soles, el verdadero y el que se refleja en el suelo.

Con palabras pudiera llenar este artículo, pero las imágenes son ilustrativas, mi cara de felicidad es evidente, cada paso dado en el viaje es un logro más, por eso siempre digo en mis consultas: si lo tuyo es baja autoestima: viaja; si te sientes en un estado de muerte por inacción: viaja. Viajar es la forma terapéutica más hermosa que existe.
Seguimos nuestro recorrido ahora en tierras chilenas, con las montañas cubiertas de nieve acompañando nuestro viaje, el cansancio a esta altura del viaje es insoportable, no he estado en una buena cama ni me he dado un buen baño desde mi salida de Lima, ha sido un trayecto difícil: el clima, las incomodidades, la fatiga por la altura, pronto tendré mi recompensa de un merecido descanso; llegaré a Santiago y repondré mis energías, pero eso será en otro episodio de este apasionante capítulo de mi vida, dejare a Chile en un capítulo especial.
¬øQuieres que siga contando mi aventura?
Si quieres voy por mas bebida y te haré otro sándwich, ha sido una charla larga, pero créeme que es difícil resumir lo que he vivido.
Si así lo deseas te espero aquí, donde compartiré contigo mi relato del viaje en la segunda parte, hablaré de Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay o si lo prefieres puedes avanzar a la tercera parte, que tendrá un episodio especial para Chile.