
Argentina
Toda buena historia comienza con un mate, al menos eso diría Cristina, mi amiga colombo-argentina.
Hoy te recibo con este ritual del cono sur: la hierba, el porongo y un buen tema de conversación. Hoy nos vestimos de mate, futbol y asado.
Si llegaste aquí y no has escuchado la primera parte de mi viaje puedes ir a los inicios de esta traves√≠a donde te contare acerca de mi paso por Ecuador, Perú y Bolivia.
Una vez listos brindemos por la aventura. !Salud!

Del nevado andino a la pampa argentina, los colores de las banderas tiñen la geografía de formas y pigmentos diferentes. Salir de mi cueva me enfrento a esta cascada de nuevos terrenos: la nieve, las estaciones, los ríos de azul turquesa, montañas multicolores; sin hablar de las gamas culturales que se van tejiendo con la composición espacial del territorio.

Para expandir la mente solo basta con salir de casa, no hay ningún libro que enseñe lo que se aprende viajando.
Un nuevo paso de emigración: documentación, requisa. La gendarmería (policía) haciendo su trabajo: intimidantes, inhumanos, la misma rutina de todos los pasos fronterizos aquí se hace sobre 2800 msnm y a cinco grados de temperatura.
Tres horas después, tiempo suficiente para que el frio y la emigración pasen factura. Caminé por el enorme galpón (una estructura metálica que sirve  de paso fronterizo argentino) y escucho uno que otro chisme de fronteras: transportistas detenidos por llevar drogas ilícitas en los buses de las empresas, multas a pasajeros por tratar de pasar mercancías que superan el valor permitido. Las diferencias de economías y sus policitas crean un mercado underground .
Sin nada que temer pero con la misma carga emocional de que algo pueda salir mal de manera imprevista, espero atento como bajan aleatoriamente algunas maletas del bus para ser requisadas, el equipaje pasa por las bandas donde son revisadas minuciosamente por la gendarmería en compañía de su dueño, nada fuera de lo normal, quizás algunas observaciones y una multa que algún pasajero debe pagar, después de tres horas de espera todos de vuelta al bus.
Las empresas transportadoras también saben lo tedioso de este proceso y como premio nos reciben con un alfajor y una bebida azucarada, premio que será mi almuerzo.
El bus sigue su recorrido con unos pasajeros más extrovertidos que antes. La geografía Argentina suaviza las curvas de la cordillera hasta fundirse con la planicie, atrás queda la negra montaña cubierta de nieve para dibujar en las ventanas del bus montañas de tonos rojizos, un festín natural que recoge su multicolor en la ciudad de Mendoza.
Mendoza
La ciudad de los edificios que se vuelven árboles, de las calles con cielo raso como hojas de colores. La ciudad del vino y sus viñedos.
Mendoza, una ciudad que deja ver la arquitectura Europea en el continente, ciudades del cono sur, de estilos eclécticos inundadas de árboles que conforman alamedas. De trazas urbanas regulares, ciudades pensadas, nacidas con un diseño urbano.

La ciudad donde los Andes bajan y se convierten en ríos, senderos y cerveza artesanal. Esto es Mendoza, una ciudad que deja penetrar lo natural, porque se sabe que es la mejor forma para sobrevivir en un muro de cemento.

Un día dedicado a Mendoza, una bife de chorizo con vino, quizás me falto ir a un viñedo, a una fábrica de aceite de oliva, hacer turismo en los Andes, son tantas cosas que se pueden hacer aquí pero el tiempo es limitado.
Al llegar el ocaso un nuevo rumbo: noche, viaje y hotel se funden en un mismo sitio. Un nuevo destino y el que inicialmente creía que era mi punto final del viaje.
Buenos Aires
Atrás quedan los Andes en sus diferentes tonalidades, en las montañas verdes de Colombia, los volcanes ecuatorianos y desérticas en el Perú, los Andes de nieve perpetua en Bolivia y la cordillera que va mutando con el paso de cada estación en Chile; es el turno de la pampa, la enorme extensión de tierra en el que conviven pastales, ganados y pantanos. Es el turno de las grandes rectas, del horizonte que se pierde en el infinito, llegó el turno de los inmigrantes, el turno de Buenos Aires.

A medio día hago mi arribo en la ciudad porteña, 17 horas de viaje, un sándwich y un alfajor es lo único con lo que he calmado el hambre, mientras el sol se halla en el cenit veo desde el bus de dos pisos a la gran ciudad.
Edificios residenciales muestran la época de bonanza de esta urbe, edificios con aroma de futbol e intento identificar sus equipos por los que este país es famoso, me adentro en las profundidades de la ciudad para reconocer el centro y recibo un abrebocas de su imponente arquitectura.
Aparece a través de la ventana edificios que imitan la Europa del siglo XX, mansardas afrancesadas, ornamentos en las fachadas, arcos, balaustradas y un sinf√≠n de detalles arquitect√≥nicos que me dejan perplejo. Pareciera como si el continente suramericano se hubiera perdido en el espacio. Aqu√≠ se vive, se siente y tambi√©n se recuerda con nostalgia la √©poca de oro de este puerto, √©pocas de anta√±o donde Argentina levantaba la cabeza con altivez por su econom√≠a, su potencia cultural y deportiva.
Estas pinceladas de arte  terminan cuando llego al terminal del retiro. Allí intento guiarme instintivamente hacia la salida y en pocos segundos experimento esta grandeza cultural cara a cara, atravieso las terminales terrestres que conectan a la ciudad con lo que los argentinos llaman la provincia. Y admirado por la belleza de sus edificios sigo hasta encontrar un transporte que me lleve hacia Carlos Calvo, el lugar donde mi buena amiga Cristina me recibiría.
Dos meses en la ciudad porteña, tiempo suficiente para degustar la ciudad y encontrar en cada bocado un matiz diferente.
Hablar de Buenos Aires sin arquitectura y futbol, es como hablar de política sin discutir. Te dejare este álbum de fotos, simplemente para que sientas la perla arquitectónica de esta ciudad, no te hablare de estilos, historia, y otros términos que sé que te aburren, tampoco tengo el conocimiento necesario para hacerlo; me serviré un poco de mate mientras tu, allí donde estás leyendo miras mi registro fotográfico. Espero lo disfrutes.
Desde el exclusivo sector de puerto madero, alejados de la ciudad, dentro de su burbuja urbana y espacial, como si lo que quedara al oeste del dique fuera la “chusma” que no hay que ver.


El barrio de la Boca con su color√≠n amarillo y azul le recuerda a los transeuntes quien es el jugador numero 12. Aquí no hay tiempo para la imparcialidad o para otra cosa que no sea futbol y los colores del Xeneise.

Las precarias viviendas que sirvieron a los inmigrantes europeos tiñen con ese aire nostálgico que caracteriza a la boca, el tango muestra ese recuerdo por la tierra que dejaron. El intercambio cultural en su máxima expresión.


El hito insignia de Buenos Aires, el obelisco. Lugar de encuentro de hinchas de futbol, sindicalistas y por supuesto de turistas.







El puente de la mujer abraza a Puerto Madero. Un hombre y una mujer bailando tango, el ejercicio de abstracción de Calatrava para convertir a la ciudad en escultura.




Jardin botanico



Cada domingo la cita es en el centro. Buenos Aires se enorgullece de ser la ciudad más cultural de Latinoam√©rica. Desfiles, muestras gastron√≥micas, grupos de m√∫sica; todo alusivo a un pa√≠s diferente cada fin de semana. El mundo se vuelca sobre Buenos Aires, como alguna vez lo hicieron los italianos, franceses, suecos y alemanes.

Uno que otro lugar guardan secretos de antaño, lugares dedicados a personajes míticos, o en este caso, al deporte mítico de Argentina: el futbol.
El cuartito es el lugar súper recomendado de cualquier guía turística en esta ciudad.
Dedico dos d√≠as especiales para conocer las afueras de Buenos Aires. Primero La Plata y su espectacular catedral, la construcci√≥n neog√≥tica más alta de Latinoam√©rica.

A 45 minutos de la estación de retiro se encuentra Tigre con sus paseos, costaneras y arquitectura que no me deja de sorprender.

Sé que has estado atento viendo las fotos de mi viaje, lo has disfrutado y yo no he intervenido en el proceso. He visto tu cara al ver las fotos, sé que como somos buenos amigos no hay un ápice de envidia en ti, por el contrario, te ha servido para inspirarte y emprender tu propio viaje, con gusto estaré aquí para apoyarte en tu decisión.
Toma, te traje algo de mate y aquí tienes unas empanaditas argentinas que prepare especialmente para ti.
No te preocupes, el mate nos acompañara en toda nuestra velada, prepárate porque esto apenas empieza, levántate si quieres, sal a la ventana y mira la ciudad y cuando estés listo(a) regresas y continuamos con la aventura, Uruguay nos espera.
Por último y no menos importante, como no recordar a la persona que me motivo a salir de la cueva; la inspiración llega muchas veces de donde menos se espera, si no hubiera tenido su hospitalidad no habría podido cumplir este sueño, por esos angelitos, salud!
Uruguay
Aquel 10 de octubre de 2017 salí del departamento que me había resguardado por dos largos meses. Buenos Aires me había dejado grandes amigos: Paola, Kabeto; como no recordar a Kiara y a Moyito son tantas las historias que viví que bien ameritaría un libro completo.
Un día entre aquellos dos meses en Argentina y mientras planeaba mi ruta de regreso a Chile recordé a Ronaldo, un amigo brasileño que había conocido en Bogotá. Lo contacte indagando sobre la posibilidad de tener un lugar donde quedarme en Brasil.
Si algo me dejo claro este viaje es que todos nacemos con una estrella en alguna parte de la vida. Para algunos esa estrella está en el dinero, otros en la pareja, algunos en el aprendizaje; comprendí que mi estrella estaba en viajar. La vida me resuelve con facilidad la logística para emprender viajes y aferrado a esa estrella planeé la siguiente parte de mi recorrido que tendría como destino final Santiago de Chile.
Así pues, aquella mañana de octubre me despedía de mis amigos y de las paredes que me habían cobijado en este gran sueño.
Tom√© el “subte” con destino a la terminal terrestre el retiro y luego¬†el tren de cercan√≠as hasta la poblaci√≥n de Tigre, all√≠, me dirig√≠ junto a mis dos infaltables compa√±eras (mis dos maletas de viaje) a la caseta de emigraci√≥n donde embarcar√≠a en ferry hasta canelones, el punto de llegada a tierras Uruguayas.
La embarcación parte del muelle y hago conciencia de este nuevo medio de transporte que añado en mi aventura. El ferry que en verano debe estar a tope ese día hacia su recorrido con una ocupación del 20%. Tres columnas de sillas dividen el primer piso donde todo alrededor es vidrio. Una panorámica de 270 grados para divisar el delta del Paraná. Atrás quedan las islas privadas, casas escondidas entre los bosques y el rio dedicadas a la población más selecta de Tigre.
El Ferry avanza y va sorteando a través del delta los manglares. La ruta mas rápida entre Buenos Aires y Montevideo se hace atravesando el rio de la plata. Un recorrido plano, y práctico. Decidí tomar esta ruta, que es más larga y a su vez más económica para tener contacto con el delta que de otra forma no hubiera podido hacer.

Después de dos horas de viaje piso tierras charrúas. Me recibió una Uruguay teñida de gris, un gris que se le atraviesa a la primavera y que me recuerda lo lejos que estaba de mi país.
Me baje del Ferry e hice el proceso de emigración. Ahora todo se hace más fácil, un buenos días atento y cordial por parte de la policía Uruguaya, no hay espacio para la desconfianza ni el desorden. Hago transbordo en el bus que me llevaría hasta Montevideo.
La planicie argentina continua más allá del rio de la Plata, un viaje sereno como la personalidad del uruguayo, como si la geografía condicionara a la cultura, esto remarca el sentido de distancia que tengo con el trópico, como si la falta de bullicio, de desorden, estuvieran clavados en mi ADN y ahora a miles de kilómetros de casa me hicieran falta.
El horizonte va dibujando el perfil urbano de Montevideo. Tenía grandes expectativas de este país, la llamada “suiza de Suramérica” el país con mejor calidad de vida de la región, de ciudades estilo europeo con aroma a asado y mate.

Montevideo
Al llegar a Montevideo ese aire de Europa se conserva en la ciudad. El orden imperante no solo se encuentra en sus edificios sino también en sus ciudadanos: el respeto por el peatón, la limpieza, los arboles galantes decorando sus avenidas.
Recorrí la ciudad mientras el futbol paralizaba cualquier actividad, excepto comercio y restaurantes. El futbol al igual que su vecina y hermana Argentina es eje fundamental de su cultura, y como no serlo si Uruguay se enorgullece de ser el primer campeón mundial. El país con más técnicos por habitantes del mundo, aquí quien no ame el futbol es un pecho frio, alguien que no tiene alma.
Y yo muy a mi pesar me deje contagiar, el día de mi llegada se jugaba el último partido de la fase eliminatoria para Rusia 2018, en el hotel: peruanos, chilenos, brasileños y yo, la cuota colombiana animaban desde diversas pantallas sus respectivos equipos. Un frenesí de emociones, gritos, y por supuesto tristezas. Sentí una vez más que el continente reúne algo más que una realidad socio económica: reúne las mismas pasiones, las mismas costumbres en diferentes acentos y sabores.
Al levantarme el día tiene una tonalidad diferente, el cielo gris se ha ido y yo, con cámara en mano salgo a recorrer la banda oriental del rio de la plata.

Recorrer la rambla más larga de Suramérica es una buena opción para sentir la furia del rio de la plata mientras se deleita con la cultura uruguaya.

De esta forma pasan los días dedicados a Montevideo, una ciudad que se siente lejos del continente pero que a su vez nos llena de orgullo con su historia y sus logros.
Mi ruta sigue ahora con brujula al noreste, antes de llegar a tierras brasileñas hare una corta parada en Punta del Este, la ciudad más al sur de Uruguay.
Punta del este
Después de una hora con cinco minutos llego a Punta del Este, la precisión registrada en el ticket me sorprende. Sin temor a un trancón o un incidente en la carretera la ruta llega sincronizada con el reloj. Es tal el orden que aburre.
La nube intermitente que ayer se había ausentado hoy llega con más furia. No hay chaqueta que apacigüe este clima y lo lamento profundamente porque la sensación que me dejo esta ciudad hubiera sido más amable si el clima me hubiera dejado disfrutar la caminata por la rambla José Artigas, en el barrio la península o de un sacudón energético en la playa brava.

El recorrido me llevas hasta el puente de la barra, famoso por su curiosa forma sinuosa.

Me imagino a una ciudad de verano atestada de pobladores, gente con la piel de nube blanca bronceándose en la playa, otros quizá en su yate le dan la vuelta a la rambla mientras hace un asado y toman mate. Días largos de fiesta y futbol, una ciudad que fue celosa conmigo y no me dejo ver el atractivo por la cual es famosa.

Brasil
Como era ya costumbre en los que las noches se vuelven viaje, espero en la terminal de Punta del Este al bus que me lleve a Porto Alegre. El arribo se hace a media noche, me siento en la silla asignada, una comida al mejor estilo de un avión y continúo mi viaje en dirección noreste.
El sol golpea sobre mi ventana, abro mis ojos y los avisos ya me indican el nuevo idioma que debo enfrentar. El ayudante nos entrega los pasaportes, ya el trámite de emigración es un tema que se hace sin traumatismos, adiós al nerviosismo de enfrentar a los policías de emigración, reviso mi pasaporte y allí esta, un nuevo sello que cargo con orgullo, un nuevo logro, un nuevo país en mi curriculum vitae.
Llego a la rodoviaria de Porto Alegre, busco r√°pidamente un cajero, el sonido m√°s placentero que existe en el mundo, de la caja met√°lica me es entregado un fajo de billetes, los miro con curiosidad y me dirijo al punto de venta de mi nuevo destino: Gramado.
Gramado
Esta ciudad apareció en el radar en el momento que había decidió emprender este tramo de mi viaje. Lo que vi era tal cual lo que las fotos me habían mostrado, una parte de la Europa septentrional perdida sobre la sierra gaucha.
Cada calle cuenta, cada edificio es diferente al anterior; influenciados por pobladores alemanes y b√°varos se dibuja una ciudad que pareciera querer volar del continente y aterrizar en otro lugar.


Gramado es esa ciudad donde la pobreza resalta, donde es prohibido andar de mochilero. Aquí es imposible encontrar un sitio para comer en la calle, es el lugar para gastar, comer rico y con estilo.
Fondues, rodizio, chocolates; esta es la oferta gastronómica con la que el turista viene a darse una gira internacional sin salir de su propio país.
Fueron dos días sumergidos en Europa, un momento único en mi viaje, cuanto por agradecer, cuanto por conocer.
Florianópolis
Abandone la Brasil que conserva rastros sureños, las charlas con mate y abrigos invernales para adentrarme en el mar. Ahora si se siente ese aroma brasileño por lo que es reconocido este país: cuerpos bronceados, playa, sol y música.
El bus me dejo a las cinco de la mañana en la rodoviaria de Florianópolis, mi prioridad ahora sería proveerme de dinero del cajero, luego de una búsqueda por el centro de la ciudad, el desgaste del viaje y el temor que provee estar un domingo caminando en medio de las solitarias calles pido a cada paso bendición a Dios para que todo siga sin contratiempos.
Ubiqué al único cajero que reconoce mi tarjeta, pero la puerta se cierra y se activan las alarmas. Allí, en medio del sonar acusador de la alarma y de uno que otro transeúnte madrugador no me queda mas sino esperar. Mire por las cámaras de seguridad buscando apoyo pero lo único que tengo por hacer es armarme de paciencia.
Al cabo de veinte minutos una moto estaciona al frente del banco, me reconoce como extranjero y activa los códigos para darme vía libre. Intento  nuevamente en el cajero de la rodoviaria y esta vez escucho el sonido a éxito. Con plata en mano, maleta guardada y boleto comprado a Sao Pablo inicia mi visita por la ciudad de Florianópolis.
Tuve la fortuna de llegar un día feriado, la ciclo vía exhibía los cuerpos morenos y formados del gimnasio.
Caminé por las calles del centro esperando que la ciudad se despertara y una vez lo hizo disfruté de un día feriado junto a la ciclo vía.
Mantuve mi compostura a pesar de que el calor me hacía tambalear, las botas me pesaban y el hambre acechaba, caminé junto a la Baia Norte, patinadores, ciclistas junto a sus mascotas; futbol, voleiball, y yo esperando a que la hora llegara para embarcar en el bus con destino a Sao Pablo.

Sao Pablo
Al despertarme la luz de la ciudad entraba por las hendiduras que producen las cortinas de los buses, era ese momento del día que está aún por definirse. Entré a la rodoviaria de Sao Pablo tomé mi mochila y un acto instintivo busque la salida hacia el metro con destino a la estasao saude, tal como me había indicado Ronaldo.
Dentro de la terminal todo era bullicio y confusión, masas de humanos se desplazan dentro de la terminal como si aquel edificio fuera una ciudad en sí misma, intuitivamente sigo a la gran mayoría esperando llegar a mi destino y allí luego de una frustrada comunicación en portugués compro el ticket del metro.
Ya a este punto el contacto con la megapolis brasileña me deja ver el  monstruo de ciudad con la que me estoy enfrentando. El mapa del metro con sus 16 líneas muestran un dibujo que parece un tentáculo marino, rascacielos en todo el perímetro urbano.
Me baje del metro e hice escala en el ómnibus hasta la calle revolusao, allí no queda más que buscar la dirección y poder descansar.
Después de dos días de permanencia en Sao Pablo llegan la madre y la hermana de Ronaldo. No hay idioma que respete la hospitalidad ni lengua que no se entienda las gracias, gracias a este recibimiento que fue la constante pude dedicarme a hacer lo que más me gusta: caminar la ciudad.

En medio del frenesí urbano también hay tiempo para descansar. Estos espacios, como el parque Ibirapuera se hacen obligatorios para amortiguar el estrés crónico que produce la vida productiva.

Desde la terraza del museo de arte contemporáneo se observa esta jungla de cemento contemplando a la jungla verde. Rascacielos que llenan la enorme extensión de tierra y donde viven algo más de 22 millones de personas. Helicópteros sobrevuelan la ciudad sin descanso convirtiéndola en la ciudad con mayor tráfico aéreo del mundo.
Rio de Janerio
Deje por un momento a mi familia brasilera para visitar las archifamosas playas de Copacabana e Ipanema.
En la ciudad se respira a mar, la bruma se cola por la arena y golpea en los pasadizos urbanos para impregnar al cemento de ese sensación placentera que produce el mar. Después de ubicarme en el hotel decidí navegar en el mar de arena que separa al océano de la avenida Atlantica. En este tapete se asienta otra ciudad: canchas de futbol, parasoles, castillos de arena, turistas bronceándose, grupos de música; una ciudad de piso suave y ropa ligera.
La noche inundó la urbe y yo agotado por el viaje decidí escabullirme en el cuarto del hotel, al igual que mis otros siete compañeros de cuarto.
Me levanté buscando el mar, una que otra persona igual de madrugadora iba a hacerle la venia al océano, jugando con el oleaje, sintiendo en sus pies ese juego de texturas que produce la pleamar en la mañana.
Caminé hasta donde la vista no alcanza para luego entrar en los terrenos de Ipanema. Como un mero espectador de la ciudad veía los rituales de las personas ante la cámara. me colme de paciencia mientras el cielo decidía abrirse y poder disfrutar su huésped más celebre: el Cristo Corcovado
Playa Ipanema al fondo el cerro de Cristo Corcovado
La oportunidad llego por la tarde. Tomé mi cámara y compre el transporte que me llevaría hasta el cerro corcovado. Desde el parqueadero se inicia una caminata de veinte minutos hasta la base de la escultura y allí unos quince minutos más hasta llegar a los pies del Cristo. La vista es inigualable. Observo a la gran ciudad rodeada de montañas de multiformas, hendiduras en el mar que socavan la tierra, no dejo de pensar el escenario paradisiaco que era este sitio antes de que la civilización lo asaltara, imagino la jungla virgen y a la naturaleza jugando en el terreno.
Luego miré hacia el Cristo, un momento de paz en medio del torbellino humano.
Me acerco a tus pies con el recelo de una persona a la que le han contado un chisme, tu fama te antecede, y no me permite ver el regalo que tienes para ofrecerme. Mezcla de tierra y agua que se revuelven en medio de un paisaje urbano, paisaje que no debería estar allí, paisaje que altera el ecosistema.

Entregarse a ti, creación, es la más oportuno que se puede hacer, ya son miles los kilómetros recorridos. Cientos de experiencias por contar, tanto por agradecer y por querer abrasarte por todos esos favores recibidos; no le hablo a nadie en especial, o pudiera ser que si; en definitiva le hablo a la creación y a su voluntad por permitirme estar aquí y dejarme vivir y lo que viviré cobijado en ti.
Como si todo este viaje hubiera sido parte de una gran peregrinación que tenía como ruta final este lugar de culto entro en un estado de reflexión profundo. La necesidad de contar una historia empieza a germinar aquí. Ese será mi regalo de agradecimiento, debo explotar lo vivido y narrar mis promesas en historias. Aquí comienzan a nacer A la orilla del mundo.
Una vez de regreso a la ciudad termino de pasar el día con una Caipirinha, camino por la Praia hasta el hotel.

Confieso que no es de mis deportes favoritos, pero no dejo de alegrarme y apreciar la historia. Y el maracan√° es ante todo el templo del futbol suramericano (lo siento por ustedes argentinos)
Antes de mi regreso a Sao Pablo la ultima oportunidad de visitar el mar de arena y un adiós a una ciudad de ensueño.
Paso mis últimos días en Sao Pablo escribiendo historias, narrativas arcaicas que empiezan a ejercitar mi pluma.
Una foto antes de la despedida de mi familia brasilera, cuanto agradecimiento, cuanto amor, para unas personas que a pesar del idioma y de lo extraño que éramos resultaron ser la mejor compañía en estas tierras ajenas a mi.
Glaucia, les recuerdo de corazón…
Iguazu
En el camino de regreso a Santiago el punto imperdible era la ciudad Foz de Iguazu, en la frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay.
Salí de la rodoviaria de Sao Pablo y 17 horas después llegue a esta población encerrada en medio de la jungla. El calor me recibe y yo con algo más de soltura en el portugués ubico el hotel que reservé.
Se trata de otro hostal, un gran galpón donde se dividen los cuartos improvisados con muros de tela. Me cambie de ropa y emprendí camino al turismo.
En la esquina suroeste de Brasil y de Iguazú se halla el punto de las tres fronteras, una plataforma que funciona como mirador y en el que también se instala un museo y una tienda de suvenires. Desde allí se contempla el cruce del rio Paraná y el rio Iguazú para conformar esta triada geográfica, Argentina a la izquierda, Paraguay a la derecha; tres pueblos que comparten su pasión por el futbol y el mate.

Regrese a la avenida das cataratas para esperar el ómnibus que me llevara a las cataratas, diez minutos de viaje y la entrada por su monumentalidad pareciera albergar miles de turistas en un solo día, ese día estaba solitaria, hice mi pago y el bus de dos pisos me estaba esperando para abordar.
Un camino fresco y lleno de naturaleza tiene su final en la entrada al camino que conduce a las cataratas, al bajarme del bus el ruido del agua me invita a buscar en los matorrales la fuente sonora, unos pasos m√°s all√° y como modelo queriendo ser observada esta ella, las aclamadas cataratas del Iguaz√∫.
Como si un cuchillo caliente cortara la barra de mantequilla, la espesa jungla es interrumpida visual y sonoramente por este complejo de cascadas. Colores rojizos bullen del interior de las aguas para abrirse camino entre el denso verde. A este punto me pregunto ¿Qué pudieron haber sentido los portugueses y españoles cuando llegaron aquí? ¿Terror o admiración? Por supuesto la sensibilidad geográfica y cultural la tenían atrofiada, pero estos paisajes no pasan inadvertidos.
Caminé pasarela abajo hasta encontrarme cara a cara con su majestad. La fuerza con la que cae esta arteria hídrica calla las voces y los pensamientos, me anime a seguir más abajo hasta el fin de la pasarela y desde allí, donde se siente la furia de la naturaleza en el pecho tuve la sensación de grandeza y pequeñez más grande del viaje.
Regresé pasarela arriba hasta encontrarme con el bus de regreso, con la ropa mojada intento acomodarme en un puesto del bus y algo cansado decido darme un descanso en el hotel.
Al siguiente día me levanté con la mente en otro de los sitios que vale la pena visitar: la represa binacional de Itaipu.
Este sitio dista de ser fotogénico y me recuerda más a una cárcel que algo natural. Pero su grandeza esta en las cifras, mientras observamos la siguiente foto te invito a que leas en perspectiva esta mega construcción.
- Si Brasil tuviera que obtener la energía generada por Itaipu en termoeléctricas a aceite, seria necesario quemar 536.000 barriles de petróleo por día.
- El ritmo de las obras en Itaipu fue equivalente a la construcción de un edificio de 20 pisos cada 55 minutos.
- El volumen de excavaciones de tierra y roca en Itaipu es 5.8 veces superior al del eurotunel (Francia-Inglaterra), y el volumen de concreto, 15 veces mayor.
- El hierro y el acero utilizados en la construcción serían suficientes para edificar 380 veces la torre Eiffel.
- La altura m√°xima de la presa principal equivale a un edificio de 65 pisos.
- El vertedero de Itaipu soporta un caudal 40 veces superior al promedio de las Cataratas del Iguaz√∫.
- El volumen total de concreto ser√° suficiente para construir 210 estadios como el Maracana.
Por ultimo una vista desde arriba de los muros de contención.
Mi visita a Itaipu no terminaría sin antes conocer este templo Budista.
Paraguay
La visita a Paraguay resulta ser rápida, con tantos kilómetros a cuestas necesitaba nuevamente algo de oxigeno en esta maratónico recorrido, así que en ese sentido más que turismo Paraguay fue un paso hacia Chile.
Asunción
Desde la caótica Ciudad del Este, en la triple frontera voy siguiendo dirección oeste hasta encontrar la frontera occidental, justo en la ciudad de Asunción. Seis horas de recorrido que acaban en el centro histórico de la ciudad.
Por supuesto el indispensable es la visita al centro histórico, recorrer la costanera sobre el rio Paraguay.

Y con esta foto sobre el rio Paraguay me despido de este relato. Han sido muchas las aventuras que has compartido conmigo, desde las nieves de los Andes, hasta las playas de Brasil, desde la arquitectura bonarense hasta la de Gramado; todo un salpicón de experiencias que espero poderte haber deleitado.

Pero espera, a√∫n hay m√°s.
Fueron 9 meses los que viví en Chile que quiero compartir contigo, la aventura no termina…